El papagayo colorido de Cansahcab

350 200 Cansahcab, Yucatán

Hace mucho tiempo, en las tierras de Cansahcab, solía contarse la leyenda del papagayo azul. Este aparato, hoy es coloquialmente conocido como un juguete para niños. Sin embargo, tiene un pasado… ¿Quieres conocerlo? ¡Continua leyendo!

El papagayo azul de Cansahcab.

En estos tiempos, los niños se preparan para elevar sus “papagayos”, el cielo azul se llena de ellos en diferentes formas, tamaños y colores. La gente mayor nos contaba que sirven como medio de transporte donde viajan los fieles difuntos desde las nubes, hasta la tierra. El objetivo es visitar a sus seres queridos vivos, éstos como tradición, los reciben ofreciéndoles, adornado con flores de muchos colores, un altar lleno de comida; así, dándoles una bienvenida y buena estancia. Al terminar los días permitidos de visita, regresan a las nubes con ayuda de los “papagayos”.

Ésta historia comienza a finales del mes de Octubre. Francisco de 10 años recién cumplidos había recibido como regalo de cumpleaños un papagayo grande color azul, hecho por su madre. Su madre se llamaba María, su padre Juan había fallecido unos meses atrás dejándolos solos y desamparados, pero eso no era problema, pues su mamá lo cuidaba.

Hacía bordados para vender y así sustentarse. Como todos los años, María ya tenía listo su altar, en el centro había puesto una foto de su difunto esposo y a los lados las fotos de los abuelos.
Panchito, como lo llamaba su madre, estaba jugando en la calle, tratando de elevar su papagayo sin éxito, pues era muy malo haciéndolo. Después de varias horas, con mucho esfuerzo y con la ayuda de un fuerte viento, logró elevarlo hasta las nubes. Ya estaba oscureciendo, el niño seguía observando el papagayo que parecía un puntito en el cielo, su madre le dijo que lo bajara, pues en el horizonte se veían nubarrones negros y parecía que iba a llover fuerte, pero él no hizo caso, amarró el hilo a la rama de una limonaria y lo dejó ahí toda la noche.

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Al día siguiente, Panchito se levantó, antes de ir a desayunar salió al patio a orinar, el ruido de agua chorreando sobre más agua lo despertó por completo, vio todo el patio encharcado. Por obvias razones dedujo que había llovido fuerte toda la noche. Sin pensarlo, salió corriendo hacia el patio de enfrente donde había dejado amarrado su papagayo, que por suerte seguía en el cielo, tensando el hilo más fuerte que ayer y dando vueltas en círculos queriendo escaparse. Rápidamente empezó a bajarlo, enrollando el hilo en un palo de escoba de 15cm aproximadamente. Con el papagayo en las manos, entró a su casa y lo colgó a un lado del ropero.

Eran la 1 de la madrugada del 1 de Noviembre, un ruido despertó a Panchito que abrió los ojos exaltado, vio una figura mas negra que la noche flotando acercándose a la hamaca de su mamá, extendía los brazos flacos y la ahorcaba hasta asfixiarla, la cargó y se fue difuminando hasta desaparecer por completo. Acostado, Panchito no podía moverse, trataba de gritar pero no salía ningún sonido de su boca, pasados varios minutos pudo levantarse y fue caminando tambaleante hacia la hamaca de su mamá, el piso frío le enchinó la piel y el silbido del aire afuera tornaba el ambiente aún más sombrío. Preocupado, caminó hacia la cocina donde estaba el altar, el panorama pintando de un tono sepia por la luz de las velas, dejaba ver sombras danzando en las paredes de madera tapizadas con cartón.

–¡MAMÁ! — Llamó sin obtener respuesta.
— ¡¡¡MAMÁ!!! –Gritó con más fuerza ya con un nudo en la garganta.

Afuera le respondió un silbido del viento gélido de Noviembre, pero ninguna respuesta de su madre.
Agarró una de las velas del altar y salió hacia el patio trasero, fue caminando hacia el gallinero y llamó otra vez a su mamá ahora con más fuerza y un poco de llanto.
Sin obtener respuesta alguna, se sentó en una piedra al lado de un árbol de ciruela, murmuraba la palabra “mamá” cuando de repente escuchó:

— ¡Pssst, hey!

Se volteó rápidamente de un lado a otro con los ojos abiertos sin ver nada.

— ¡Aquí! –Le dijo algo que cayó en el dorso de su mano izquierda–

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Miró bien con la luz de la vela, era un pequeño saltamontes, maravillado, pues nunca había visto a un saltamontes hablar. Le dijo:

–¿Quién eres?
–Sólo soy un Saltamontes, quiero ayudarte.
–Estoy buscando a mi mamá –Le dijo el niño bajando la mirada–
–Vamos, súbete a mi espalda, la encontraremos, no te preocupes. –Contestó el Saltamontes sacudiendo las alas y estirando sus alargadas patas traseras–

Panchito subió al dorso del Insecto y de un salto desaparecieron entre una vorágine y aparecieron en una dimensión diferente, todo se veía grisáceo y el aire era fresco. A lo lejos vieron una fila infinita de personas raramente transparentes con una vela en las manos caminando en una vereda de terracería. En dos saltos el Saltamontes llegó con el que estaba enfrente y le preguntó:

–Respetable ente, bienvenido seas, ¿De casualidad has visto a un espíritu maligno con una mujer de huipil cruzar por estos rumbos?

El anciano de huaraches, sombrero, pantalón blanco y camisa del mismo color no respondió, seguía caminando con la vista fija hacia adelante. Después de varios pasos, levantó el brazo izquierdo y con el dedo índice señaló la vereda que se desviaba a la derecha.

–Gracias –Le dijo el Saltamontes y con saltos de varios metros se perdió en la oscuridad a la que guiaba aquella vereda.

Después de varios minutos alcanzaron al espíritu maligno que flotando en el aire iba a gran velocidad con la mujer en la mano izquierda arrastrando los pies, inconsciente. El Saltamontes dio un gran salto que cayó enfrente del ente negro frenándolo de golpe. Éste, soltó un zarpazo que el Insecto logró esquivar pero no fue suficientemente rápido pues el quejido del niño le hizo saber que había recibido el golpe, luego sintió un líquido caliente recorrerle su panza abombada, en el suelo yacía tendido su pata izquierda.

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Los dos cayeron, el ente negro quiso rematarlos pero cayó de rodillas, atrás de él apareció alguien conocido; ¡Era el papá de Francisco! se arrodilló y abrazó a su hijo diciéndole: –Hijito, te extrañé mucho, también a tu madre. Pero no es momento de apapachos, pues deben irse ya.
El insecto se había puesto de pie, Panchito con ayuda de su papá subió con María inconsciente a la espalda del Saltamontes.

–Deben irse, lo mantendré aquí lo más que pueda, estamos en la dimensión creada por el Papagayo Azul, este intruso se escapó de las nubes negras y logró infiltrarse en nuestro viaje, ve, no pierdas tiempo, haznos regresar a las nubes y deshazte del Papagayo, pues ya está profanado y puede que algo más grave suceda si regresa al mundo de los vivos.
–¡Papá! –Logró decir el niño con lágrimas en los ojos antes de que en un salto desaparecieran de esa dimensión.

Con el ceño fruncido, la frente sudada, abrió los ojos y de un salto se levantó, el entorno le hizo ver que estaba en su casa, volteó rápidamente y vio a su mamá acostada en su hamaca, soltó un suspiro, pues todo se había tratado de una pesadilla.

Había amanecido, los primeros rayos del sol pintaban las nubes de un tono naranja, Francisco sin pensarlo, fue por su papagayo y en cuestión de minutos logró elevarlo, pensativo, recordaba cada detalle de su pesadilla, había sido tan real, hasta le dolían las costillas. Pensando esto, se agarró las costillas y tenía unos arañazos, quedó bastante sorprendido, luego de varios segundos en shock, agarró dos piedras, puso el hilo en medio de ellas y las golpeó hasta que el hilo se rompió y el Papagayo fue cayendo en el horizonte, muy muy lejos. Sentado en la tierra, escuchó entre las ramas de la limonaria un “Cri-Cri”, se acercó lentamente y vio, posado en una hoja, un pequeño saltamontes, casualmente, sin una pata…

¿Interesante, no? Es una historia que vale la pena leerla al pie de la letra para no perderse ni un solo detalle.

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Author

Cansahcab

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