La milpa es una profesión que se frecuenta mucho en todos los municipios yucatecos y de México. Desde tiempos de antaño, la gente campesina tomaba esto como profesión principal para la subsistencia diaria. ¿Quieres conocer más? ¡Continua leyendo!
Desde muy temprano, el milpero de Cansahcab sale de su choza con la alegría reflejada en su moreno rostro. Sabe que cumple con una milenaria labor: cultivar el maíz. Lleva a cuestas su habitual carga: sabucan, coa y la esperanza de una mejor vida para los suyos. Todo esto lo lleva con dignidad y orgullo.
Para los milperos de la tierra yucateca, la parcela representa pan y techo, al llegar a la milpa, ante sus ojos se presenta un paisaje incomparable.
Mientras el viento mece las verdes matas de maíz mira también como los maizales comienzan a espigar entre el rebolotear de las abejas y las mariposas.
Entonces se quita el sombrero y da gracias a los yuumtsilo’ob (señores del monte) por que las lluvias antes caído en el momento oportuno. El sonoro trino de los pájaros y el melancólico canto de la sigarra parecen acompañarlo en esta satisfacción íntima.
Frijol, calabaza, ibes, xka’ yuca son otros productos que también se dan en la parcela.
Todo esto compensa lo que tiempo atrás, para el agricultor, fueron arduas y fatigosas tareas como la selección del terreno, la tumba, la quema, la siembra y el chapeo.
Cuando la Santa Gracia -como llama al maíz – ya está sazón, pronto la convierte en sabroso elote salcochado o en pibinal (enterrado) y en su humildemente mesa, la esposa, sirve blancas jicaras de oloroso atole nuevo que acompañan con chanchamitos.
Tras la cosecha, en la grata compañía familiar desgrana las mazorcas, en tanto que gallinas y cochinos como si nada, también comparten el preciado grano.
¿Interesante, cierto? Sin duda alguna, es una profesión que tiene un trasfondo bastante interesante.
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